Hola!! ¿Cómo estás? Hoy vengo a contarte un poquito más de mí y mi vínculo con el Mindfulness. ¿Por qué será que te insisto taaaanto con ésto? ¿Cómo es que nace esta historia de amor?
Desde que tengo uso de razón me levanto muy temprano (a veces más de lo que quisiera), soy muy inquieta y me gusta hacer muuuchas cosas. Me aburro fácil por lo que vivo saltando de una cosa a otra. Además, creo que lo que más me cuesta en esta vida es estar sin hacer nada.
Quizás estés leyendo esto con cara de desconcertada. Si, para muchas personas todo esto puede parecerles una gran virtud y a veces lo es. PERO… siempre hay un PERO! ¿Qué pasa cuando nos pasamos de rosca? Si de alguna manera te sentís identificada conmigo, sabrás que todo tiene su costo y que vivir a toda máquina no es la excepción. Nuestra mente se llena de pensamientos, nos ponemos en modo HACER 100% y podemos olvidarnos de SER. Básicamente nos convertimos en lo más parecido a un robot. ¿Te suena?
No me olvido más de la primera vez que me di cuenta de que estaba en automático. Fue en terapia, mi psicóloga terminó exhausta de solo escuchar mi maratónico día. Yo como si nada. Cuando estás en piloto automático no registras el cansancio, tus emociones, ni tus deseos.
Hay varias formas de darte cuenta, una de ellas es que alguien te lo marque (¡GRACIAS terapia por existir!) La otra, se da cuando explotás! Claramente venías tan a mil que no viste ninguna de todas las señales de STOP y empezás a pagar las consecuencias. Estrés, ansiedad, migraña, contracturas, mal humor, reactividad, enojo… seguramente sabés de qué hablo.
OK! acabo de darme cuenta que soy un carrito deslizándose colina abajo a la velocidad de la luz, tengo que frenar y no sé cómo. S.O.S. !!! Puede sonar raro, pero cambiar de programa no es tan simple. Habitar la quietud, el silencio, descansar y estar sin hacer nada “productivo” puede ser todo un tema.
Siempre digo que conocer el Mindfulness fue como recibir uno de esos abrazos que te reinician y te recuerdan que estás acá, que todo está bien y que no hace falta correr.
Lo más hermoso de todo, es que ese abrazo me lo puedo dar yo misma, donde sea que esté y sin necesitar nada más que mi presencia.
Empecé con prácticas guiadas breves que me costaba muchísimo sostener. Me costaba respirar sin marearme y lo que me habían dicho que “debía” relajarme no estaba funcionando. Seguí intentándolo. Con el tiempo entendí que el Mindfulness era mucho más de lo que pensaba y que había mitos alrededor de eso (podemos profundizar en esto)
Aprendí a escucharme, a notar mi cuerpo y mis emociones, a mirar para adentro y habitarme desde otro lugar. Si, sigo siendo una persona muuuy inquieta pero con un nuevo superpoder!!! Ahora tengo la capacidad de bajar revoluciones cuando lo necesito. La atención plena me permite estar presente en cada cosa que hago y explorar todo lo que sucede para usarlo a mi favor. Sé volver al centro, conectar con mi propósito y también con el disfrute.
Si ya estás en este camino me encantaría leerte y conocer cómo es que llego el Mindfulness a tu vida. Si recién estás arribando a este estilo de vida, podés escribirme tus dudas y comentarios. Ojalá que disfrutes del camino y que te sirva tanto como a mí.
Con amor, Kari🌙



